Rizpah Hollowell describe cómo la planta siderúrgica ThyssenKrupp en Río de Janeiro utilizó discursivamente las relaciones públicas y la ‘responsabilidad social corporativa’ para ocultar la violencia que ejerció sobre los paisajes circundantes, incluyendo las poblaciones vecinas, humanas y no humanas, que quedaron completamente cubiertas por un fino polvo metálico. Centrándose en las dinámicas menos visibles de poder, este artículo examina cómo las emociones pueden moldear las experiencias de conflicto ambiental, formar movimientos políticos colectivos y contribuir así a la constitución de los paisajes del Antropoceno.